20 may 2012

Hay un niño en la calle (Armando Tejada Gómez)


A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle.

Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba
con las primeras luces de mi sangre, vendiendo
un oscura vergüenza, la historia, el tiempo,
diarios,
porque es cuando recuerdo también las presidencias,
urgentes abogados, conservadores, asco,
cuando subo a la vida juntando la inocencia,
mi niñez triturada por escasos centavos,
por la cantidad mínima de pagar la estadía
como un vagón de carga
y saber que a esta hora mi madre está esperando,
quiero decir, la madre del niño innumerable
que sale y nos pregunta con su rostro de madre:
qué han hecho de la vida,
dónde pondré la sangre,
qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.

Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
transitar sus países de bandidos y tesoros
poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
de otro modo es absurdo
porque de nada vale si hay un niño en la calle.

Dónde andarán los niños que venian conmigo
ganándose la vida por los cuatro costados,
porque en este camino de lo hostíl ferozmente

cayó el Toto de frente con su poquita sangre,
con sus ropas de fé, su dolor a pedazos
y ahora necesito saber cuáles sonríen
mi canción necesita saber si se han salvado,
porque sino es inutil mi juventud de música
y ha de dolerme mucho la primavera este año.

Importan dos maneras de concebir el mundo,
Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente los demás de la balsa
y la otra,
un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago,
no dormir esta noche si hay un niño en la calle.



Exactamente ahora, si llueve en las ciudades,
si desciende la niebla como un sapo del aire
y el viento no es ninguna canción en las ventanas,
no debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano,
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada,
no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez, arriesgada a una estrecha ganancia,
porque entonces las manos son dos fardos inútiles
y el corazón, apenas una mala palabra.

Cuando uno anda en los pueblos del país
o va en trenes por su geografía de silencio,
la patria
sale a mirar al hombre con los niños desnudos
y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre
que historia les concierne, qué lugar en el mapa,
porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra

la espalda escandalosa de las grandes ciudades
nutriéndose de trigo, vides, cañaverales
donde el azúcar sube como un junco en el aire,
uno encuentra la gente, los jornales escasos,
una sorda tarea de madres con horarios
y padres silenciosos molidos en la fábricas,
hay días que uno andando de madrugada encuentra
la intemperie dormida con un niño en los brazos.

Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores
que en París han bebido
por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa
en donde han sorprendido la soledad de frente
y la índole triste del hombre solitario,
en tanto, sus señoras, tienen angustia y cambian
de amantes esta noche, de médico esta tarde,
porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo
y ellos son los accionistas de los niños descalzos.

Ellos han olvidado
que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños
que viven en la calle
y multitud de niños
que crecen en la calle.

A esta hora, exactamente,
hay un niño creciendo.



Yo lo veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todos con sus ojos de fábula,
viene, sube hacia el hombre acumulando cosas,
un relámpago trunco le cruza la mirada,
porque nadie proteje esa vida que crece
y el amor se ha perdido
como un niño en la calle...

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Foto: Armando Tejada Gómez junto a Jorge Cafrune en Mendoza (1963), del sitio oficial www.tejadagomez.com.ar

Armando Tejada Gómez (Mendoza, 1929- Buenos Aires, 1992) nació en el seno de una familia rural de bajos recursos. El fallecimiento de su padre hizo que su madre se viera obligada a desligarse de algunos de sus 24 hijos, por lo que se muda con su tía quien le enseña a leer y se hace cargo de su crianza. A los 6 años se ve obligado a buscar trabajo, desempeñándose como 'canillita', lo que provocó que deje en segundo plano la educación, asistiendo escasamente a la escuela. A esa temprana edad Armando comienza a comprender su situación social, su relación con la sociedad y los valores de los adultos. Confiesa con amargura: 'supe que no querían que [los niños] jugaran conmigo, porque yo era la forma del pánico y del hambre y la más descarada miseria del mundo'. A los 15 años compró un Martín Fierro, lo que despertó su interés por la literatura, que sumado a su preocupación por las injusticias sociales, forjaron los valores que lo llevarían a su destino de poeta comprometido con los desposeídos.
En la década del '50 comienza a componer canciones con el músico folklórico Oscar Matus. En 1963 Matus se casa con la todavía desconocida cantante Mercedes Sosa y se forma entonces este trío artístico que hará deleitar y reflexionar a varias generaciones con sus canciones, entre otras 'Tropero padre', 'Coplera del viento', 'Zamba de la distancia' y 'La zafrera'.
Sus letras también fueron musicalizadas por otros artistas, por ejemplo 'Canción con todos' por César Isella, 'Zamba del laurel' por Gustavo 'Cuchi' Leguizamón, 'Allá lejos y hace tiempo' por Ariel Ramírez, 'Soneto y medio' por Julio Lacarra, 'Nosotros nos quedamos' por León Gieco, etc, por lo que además de ser un reconocido poeta fue respetado como un gran folklorista. El profundo respeto hacia Armando se materializo en un disco homenaje en 1999, en la que varios artistas interpretan canciones con letras suyas; los que prestaron su voz (y con esto su tributo) son: Mercedes Sosa, Hamet Lima Quintana, Víctor Heredia, Inda Ledesma, Mónica Abraham, Eladia Blázquez, Oscar Cardozo Ocampo, Teresa Parodi, Rafael Amor, Suna Rocha, Enrique Llopis, Chany Suárez, Jorge Víctor Andrada, Julio Lacarra, León Gieco y Manuel Oliveira.
En 1999 Mercedes Sosa graba 'Cantora', un disco doble de duetos con notables artistas. Entre las canciones escogidas para este disco se encuentra 'Canción para un niño en la calle', con música de Ángel Ritro y cuya letra es parte del poema de Armando Tejada Gómez entremezclado con otro de René Pérez (Calle 13), que pone su voz junto a Mercedes en esta pista.
Mercedes Sosa/ Calle 13- Canción para un niño en la calle


'Hay un niño en la calle' aparece en el libro 'Antología de Juan', 1958 © Editorial Testimonios.
'Armando Tejada Gómez' direcciona a la Página oficial http://www.tejadagomez.com.ar. Derechos reservados.
'Canción para un niño en la calle' está extraído de 'Cantora 2', de Mercedes Sosa [G] 1999 Ion Bs. As. © Sony BMG Music

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